Ilustración: Pedro Ramírez.Tigres del Licey.
EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO. – Con apenas cinco juegos por disputar y a 1.5 partidos de la clasificación, los Tigres del Licey llegan al tramo final de la temporada con una de sus mayores preocupaciones centradas en la ofensiva, un aspecto que colectivamente ha quedado muy por debajo de lo esperado y que incluso puede marcar un capítulo negativo en su historia reciente.
Últimos en promedio (.225), OPS (.630), jonrones (19) y carreras anotadas (164), los azules han construido una alineación predecible, frágil y sin capacidad de intimidar al pitcheo rival. El alto volumen de ponches (392, líder de la liga) confirma una ofensiva que vive de chispazos aislados y no de un plan estructurado.
En términos de poder, la situación no mejora. Los Tigres solo han conectado 19 cuadrangulares, igualmente en el sexto puesto, y suman 164 carreras anotadas, con un promedio de 3.6 carreras por juego, cifras que explican muchas de las dificultades para cerrar partidos y respaldar a su cuerpo de lanzadores. Incluso en extrabases, el equipo se ubica penúltimo con 96, evidenciando la ausencia de batazos oportunos.
Aunque el Licey ha intentado compensar con velocidad, siendo quinto en bases robadas (44), ese recurso no ha sido suficiente ante la poca frecuencia con la que los corredores llegan a base. El equipo es cuarto en bases por bolas recibidas (176), pero lidera un renglón nada favorable: 392 ponches, la mayor cantidad de la liga, reflejo de una ofensiva dependiente, predecible y vulnerable.
El panorama se vuelve aún más exigente si se toma en cuenta el calendario inmediato. De los cinco partidos que le restan al Licey, uno será frente a las Águilas Cibaeñas, dos ante los Toros del Este y dos frente a los Gigantes del Cibao, rivales directos o incómodos en la lucha por la clasificación, donde cada carrera y cada turno al bate pueden marcar la diferencia.
A nivel individual, las cifras generan preocupación. Emilio Bonifacio batea para .092; Mel Rojas Jr., .244; Sergio Alcántara, .120; Esteury Ruiz, .069; Armando Álvarez, .244; Domingo Leyba, .209; Ronny Mauricio, .194; y David Hensley, .233. A esto se suma la dependencia de jugadores con menos de 20 partidos disputados, como Aristides Aquino (.298) y Luis Barrera (.174), quienes no han logrado aportar la consistencia necesaria.
Las críticas también apuntan a la gerencia, señalada por no sustituir de manera efectiva a jugadores que salieron y habían rendido, como en el caso de Cal Stevenson, quien dejó un promedio de .286. En ese contexto, el dirigente Gilbert Gómez se ve obligado a hacer lo que puede con las piezas disponibles.
A estas alturas, la gran incógnita es si esta ofensiva tendrá la capacidad de reaccionar a tiempo. Depender de chispazos aislados o de uno o dos bates encendidos luce riesgoso en una recta final tan apretada. Si los Tigres no encuentran respuestas inmediatas con el madero, el margen de error será mínimo y la clasificación podría escaparse, no por el pitcheo, sino por una ofensiva que simplemente no ha estado a la altura.
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